Derechos de Autor

Todos los artículos publicados en este blog están protegidos por la ley. Salvo indicación al contrario, todo lo aquí publicado está protegido por licencia Creative Commons, por lo que el material se puede reproducir siempre y cuando se nombre al autor del mismo, no se podra comerciar con él y tampoco se pueden hacer trabajos derivados

martes, 7 de enero de 2014

Dulce niña Carolina

Me llamo Carolina y tengo un añito. Ya sé caminar aunque todavía me caigo muchas veces. Aún no sé hablar, pero sé decir papá y mamá, aunque dicho por mí suena algo así como ¡paa…ppáááá!
Me estoy despertando. Abro los ojos y a mi lado veo a mi papá. No recuerdo haberme despertado en mitad de la noche llorando y que papá y mamá me llevaran a su cama. Cuando estoy malita y toso o tengo miedo y lloro, mis papás me llevan a su cama. Con ellos estoy más tranquila y me duermo enseguida.
También me gusta jugar con ellos en la cama cuando nos despertamos los fines de semana. Yo me despierto muy pronto y para que me vuelva a dormir me meten en la cama con ellos un rato. Cuando ya no quiero dormir más jugamos a hacernos cosquillas y a tirarnos peluches los unos a los otros.
¡Paa…ppáááá!
Le llamo, pero no me responde. Sigue dormido. Voy a despertarle. Quiero jugar con él y con mamá a las cosquillas. Pero no veo a mamá. Seguro que se ha levantado para prepararme el desayuno.
Me he dado cuenta que no estamos en la cama. Estoy tumbada sobre algo duro y frío. ¿Nos habremos quedado dormidos en el suelo? Seguramente estuvimos viendo la tele y nos quedamos dormidos. Pero, ahora que me fijo, esto no es nuestro salón, ni siquiera es nuestra casa. Hay coches y una gran puerta.
Voy gateando hasta papá y me pongo de rodillas a su lado. Le doy golpes en un lado de la espalda mientras le llamo.
¡Paa…ppáááá!
No se despierta. Seguro que se está haciendo el dormido.
¡Paa…ppáááá!
Sigue sin hacerme caso. Pero veo que tiene los ojos abiertos. Me está tomando el pelo. Voy a darle un beso que seguro que así se despierta del todo y me hace cosquillas. Muchas veces intenta engañarme así y cuando me acerco a darle un beso me hace cosquillas y no puedo parar de reír.
Le doy un besito. ¡Ahora vienen las cosquillas! Pero papá sigue sin moverse.
Hasta ahora no me había dado cuenta de que no llevo mi pijama de ositos; llevo mis pantalones y mi jersey nuevos. Papá tampoco lleva su pijama y mamá sigue sin aparecer.
Ahora empiezo a acordarme. No estábamos durmiendo. Ya hace un rato que nos despertamos, jugamos a hacernos cosquillas y tirarnos peluches y desayunamos. Mamá se iba quedar haciendo cosas en casa. Papá y yo nos íbamos a comprar al supermercado. Habíamos salido de casa y bajado en el ascensor.
En la calle hacía buen tiempo. Yo iba sólo con mi jersey y papá con su camiseta; no hacía falta llevar chaquetas o cazadoras. Papá abrió la puerta del sitio ese donde guardamos el coche, pero no sé como se llama. Encendió la luz y bajamos la escalera. Él me llevaba en brazos porque yo no sé bajar escaleras. Entonces pasó. No sé la razón pero papá se tropezó y caímos por las escaleras. Lo último que recuerdo es que papá me abrazaba muy fuerte y no me dejaba caer ni que me diera contra el suelo.
A papá le sale algo por las orejas. Es como agua pero de otro color más oscuro. Se parece al tomate que mamá me echa en la comida.
¡Paa…ppáááá! ¡Paa…ppáááá!
Más gente ha llegado a donde estamos. Es el señor que cuida los coches y va con otro dos hombre que llevan ropa brillante. Uno lleva una cosa colgada del cuello como la que usa mi pediatra para oírme el corazón. Cuando se acercan a papá, yo sigo llamándole y dándole besos para que se despierte y me haga cosquillas.
¡Paa…ppáááá!
El señor que cuida los coches me coge en brazos y me abraza fuerte mientras los otros hombres tapan a mi papá con una sábana que brilla mucho. Le tapan hasta la cara. Eso no me gusta. Mamá dice que no hay que taparse la cara con la sábana.
Esos hombres tumban a papá en una cama con ruedas y se lo llevan. Aún está tapado. Entonces empiezo a llorar. ¿Por qué mi papá se va con esos señores?, ¿por qué no me da un beso como otras veces que se va?
Yo quiero ir con mi papá.
¡Paa…ppáááá! ¡Paa…ppáááá!

Pero él sigue sin despertarse.

Relato de mi futuro trabajo "Tengo miedo"

jueves, 2 de enero de 2014

Nuevo proyecto

Comienza un año y con él un nuevo proyecto del que dejo el inicio (o un fragmento interior, ya veremos como se va desarrollando la cosa).

Como cada tarde, Jake se sentó en aquel banco a esperar. Llevaba dos meses vigilando a aquel hombre. Su mujer sospechaba que tenía una aventura extramatrimonial y había contratado sus servicios.
Necesitaba el dinero y nunca decía que no a un encargo de aquellas características. Suponía un dinero fácil. El cliente le entregaba datos y fotos de su pareja y él se limitaba a seguir a la persona en cuestión. En una semana o poco más tenía un elaborado dossier sobre las actividades que el cliente suponía que tenía su pareja y caso resuelto. Él recibía aquella pasta gansa y el cliente confirmaba sus sospechas.
Sin embargo, en éste caso la cosa no había resultado tan sencilla. Había esperado al marido a la salida de su trabajo y lo había seguido hasta una nave de trasteros y guardamuebles de alquiler.
Cuando quiso entrar al interior, el vigilante se lo impidió argumentando que solamente podían entrar quienes tuviesen un habitáculo registrado a su nombre o fueran con una orden judicial para registrar alguno de ellos en concreto. Como no tenía ni una cosa ni la otra, no pudo pasar.
Al poco alquiló un trastero para poder entrar en la nave, pero fue inútil porque cada pequeño almacén era independiente de los demás y la forma de acceso a cada uno era única e independiente del resto. Sólo el propietario, mediante una llave especial, podía llegar hasta la puerta correspondiente.
Había intentado hacerse el encontradizo con él. Había simulado ser un antiguo compañero del colegio y hasta había preguntado en su entorno laboral, pero nada. No había conseguido ningún dato adicional. Su vida fuera de su hogar y su trabajo era demasiado hermética. Nadie sabía lo que hacía desde que entraba a aquel almacén y volvía a salir varias horas después para regresar a su hogar.
Jake también vigiló varios días los trasteros tanto antes de la entrada del marido como después de su salida. Permaneció sentado en su coche horas sin ningún resultado positivo.

Su cliente estaba impacientándose por la falta de noticias que confirmaran sus sospechas o que las descartaran para siempre. Él siempre le decía lo mismo, que tarde tras tarde salía de su trabajo y se dirigía hacia aquellos almacenes. Entraba, permanecía algunas horas y salía de nuevo para regresar a su hogar. La mujer, cansada de oír siempre lo mismo, le había dado un último plazo. Tenía una semana para averiguar qué hacía su marido en aquel lugar.