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jueves, 14 de noviembre de 2013

La canción del soldado

Una vieja canción popular de la Guerra Civil que me gusta mucho. Y nunca aprendemos que en las guerras sólo hay perdedores. Y en este país no sabemos pasar página y todavía hay rencores que duran más de 70 años.

Caminando por el campo,
entre las flores vi que había
una carta ensangrentada
de cuarenta años hacía.

Era de un paracaidista,
de la octava compañía;
en ella escribía a su madre
y la carta así decía:

"Madre, anoche en las trincheras,
entre el fuego y la metralla...
vi al enemigo correr
la noche estaba cerrada.

Le apunté con mi fusil
y, al tiempo que disparaba,
una luz iluminó
el rostro que yo mataba.

Clavó su mirada en mí,
con sus ojos ya vacíos.
¿Madre, sabe a quién maté?
No era soldado enemigo

Era mi amigo José,
compañero de la escuela,
con quien yo tango jugué
a soldados y a trincheras.

Ahora el juego era verdad,
y mi amigo yace en tierra.
Madre yo quiero morir,
ya estoy harto de esta guerra.

Y si te vuelvo a escribir
tal vez sea desde el cielo,
donde encontraré a José
y jugaremos de nuevo.

Según investigaciones del periodista Andrew Blanchtt Kensington la canción está basada en una carta real que un soldado escribió a su madre. Nunca llegó a recibirla, ni se supo quién la escribió ni la persona que la encontró.

Querida madre, no se como empezar esta carta pero te escribo con mi rostro bañado en lagrimas, caen por la soledad, tristeza, dolor y sufrimiento que vivo día tras día aquí. Lo primero que tengo que decirte es Te Quiero y aunque no lo demuestre con frecuencia, Te quiero con locura, para mi eres la persona más importante, siempre has estado ahí apoyándome y protegiéndome, haces que las cosas malas parezcan buenas, tus consejos están llenos de sabiduría y siempre me has llevado por el buen camino. Ahora ya soy mayor de edad, tengo dieciocho años, puedo afrontar yo solo las cosas... pero la verdad es que no puedo madre... Perdóname, os hecho mucho de menos, ¡no quiero estar aquí! Se que desde casa junto a padre y mis hermanos  os sentís orgullos de mi, podéis presumir de tener un hijo en el frente. Lo siento por ser un cobarde madre pero tengo miedo, más del que puedo aguantar. No entiendo esta guerra, no se cual es el bando bueno, no se por que lucho, no entiendo nada de lo que pasa, solo acato ordenes. El incesante sonido de los fusiles se mezclan con los gritos y llantos de la gente torturando mis oídos día y noche, vivo con una melodía continua de ametralladoras y lluvias constantes de bombarderos. Ya ni hablo, ni pienso porque otros lo hacen por mi, solo me hace falta una frase para salir del paso aquí, “a la orden”. Dicen que el amor es suficiente para seguir adelante, que hay que luchar por nuestras familias, demostrar lo que valemos, pero ya no tengo el valor para estar en la batalla, las piernas me tiemblan sin parar, no duermo, me cuesta respirar, lloro a escondidas porque no puedo demostrar lo que siento delante de mis compañeros, se fuerte y lucha me repito constantemente, pero las palabras se pierden en mi mente como las vida la gente que esta a mi alrededor, soy la marioneta de un tirano titiritero. A noche nos lanzaron en paracaídas a una zona nueva de batalla, dicen que somos la mejor compañía jamás vista, la fuerza de los ochos nos llaman. La octava compañía paracaidista, siempre al frente luchando por su patria, por los ideales de un estado, viviendo el conflicto con lealtad y valor. Somos soldados valerosos, abrimos brechas en las filas enemigas, causamos bajas en ellos como si fueran animales y no tenemos remordimientos, pero todo es mentira pura  mentira, solo fachada, una apariencia; los rostros de la gente demuestran lo contrario, sus caras se han tronado sombrías y pálidas, muestran el temor, horror y desamparo que se vive aquí, pero como nos repiten una y otra vez,  “¡soldados o ellos o ustedes!” Madre para lo que realmente te escribo es para contarte lo que me ocurrió anoche. Me encontraba en el campo de batalla resguardándome del fuego cruzado y la metralla. Como siempre acataba ordenes, teníamos que superar una cota para llegar hasta un punto estratégico que nos serviría de base, para ello era necesario abatir al contrario con toda nuestra fuerza, no escatimamos en munición, ni violencia... Madre anoche en las trincheras vía al enemigo correr hacia mi, le apunte con mi fusil y sin darle tiempo a reaccionar  le dispare; algo raro paso en ese momento, ya había matado a más gente antes pero en aquel chicho había algo distinto, una luz ilumino su rostro, la cara del enemigo al que asesinaba… madre era mi amigo José, mi compañero de la escuela, nuestro vecino, el hijo de Francisca, mi mejor amigo, con quien tanto yo jugué a soldados y a trincheras. Madre ahora el juego es verdad, no hay risas, solo oscuridad y llantos, no volveremos a jugar jamás, ¡lo están enterrando! Lo siento muchísimo, te pido perdón madre pero ya no aguanto mas aquí, me quiero morir, estoy harto de esta guerra, ¡no se dan cuenta que no va a ganar nadie joder! Tal vez te vuelva a escribir, pero la próxima que lo haga será desde el cielo, donde encontrare a José y jugaremos de nuevo. Madre ten por seguro que si mi sangre fuera tinta y mi corazón tintero, con la sangre de mi venas, te escribiría un “TE QUIERO”.
Hasta siempre.