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miércoles, 9 de enero de 2013

Lucas e Inma 1

El grupo de amigos se fue disgregando poco a poco y quedando para el día siguiente para hacer la excursión a la Cueva del Moro. Finalmente, tras despedirse del resto, Guillermo y su primo llegaron a casa del primero para recoger la motocicleta de Lucas. Una vez que se encontró solo, Lucas arrancó la motocicleta y se encendió un cigarrillo para ir fumándoselo mientras salía del pueblo. Se montó en el vehículo y lentamente se fue dirigiendo hacia la salida de Villarreal. No era tarde pero la zona se encontraba prácticamente vacía, a excepción de algún que otro vecino que volvía a su casa. Sin saber porqué, Lucas cambió de rumbo y se encaminó hacia la calle de Inma. Muchas veces había hecho aquel camino pero ninguna en aquel estado. Cuando llegó al principio de la calle todas las farolas de la misma se encontraban encendidas; paró la motocicleta debajo de una de ellas y tiró el cigarrillo a medio fumar. No sabía bien porqué estaba allí si sabía que no iba a ver a Inma y, aunque la viera, no iba a querer hablar con él, aquella tarde se lo había dejado bien claro; sin embargo, había algo que le decía que tenía que pasar por aquella calle y que tenía que llegar hasta su puerta. Así que, sin más, comenzó a avanzar hacia la casa de Inma. Nada más comenzar a andar se apagó la primera farola de la calle, una que estaba en la esquina, y a medida que avanzaba se iban apagando las demás farolas, una, otra y otra más hasta que llegó a la puerta de Inma que se apagó la luz que la iluminaba. Miró hacia atrás y toda la calle por la que él había avanzado se encontraba a oscuras y cuando miró al tramo de calle que no había recorrido, y no tenía intención de recorrer, se apagaron el resto de farolas de golpe. En ese instante aulló un perro, a ese se le unió otro y después otro hasta que parecía que todos los perros del lugar se hubieran puesto de acuerdo para aullar a la vez. Desde las afueras del pueblo llegaron también los aullidos de algunos lobos. Lucas miró al cielo y vio como la pequeña luna en cuarto menguante se completaba hasta hacerse llena y desde la parte más alta comenzaba a manar sangre hasta teñirse por completo de rojo. Diversas imágenes sin sentido atravesaron la cabeza de Lucas: un pollo sin cabeza corriendo y salpicándolo todo de sangre, un perro de presa ladrando hacia él, una persona mordiéndole las entrañas a un cuerpo sin vida que de pronto dejaba su banquete para mirar a Lucas. Con un alarido, el chico salió corriendo a coger su motocicleta para irse de allí cuanto antes. Al llegar a la misma y ponerla de nuevo en marcha miró hacia la puerta de Inma y todo se encontraba en perfecto orden: las farolas encendidas, los perros en silencio y la luna en cuarto menguante, como debía estar. Por si acaso, y lleno de miedo, Lucas montó en su motocicleta y aceleró para no detenerse hasta llegar a su casa. Nunca le iba a contar a nadie lo que había sucedido aquella noche en aquella calle.

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