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miércoles, 17 de julio de 2013

Fer y Dani en El Conventico (3)


     Fernando y Dani tampoco durmieron nada. Fernando le contó a Dani que era posible que Silvia y Laura estuvieran en peligro; podrían ser sacrificadas si lo que pensaba Fernando era cierto, así que estuvieron pensando en la forma de salir de allí, encontrar a Juan Cruz y a Roberto y salvar a las dos chicas del sacrificio.
     Dani le propuso a Fernando que podían empezar a hacer un agujero en aquella débil pared de adobe y salir a escondidas para buscar a los demás. Fernando estaba de acuerdo con la idea de su amigo, así que buscó por la habitación algún utensilio para comenzar a hacer el boquete pero no encontró nada. Al no encontrar nada se empezó a frustrar y a maldecir. Sin embargo, Dani le propuso que le ayudara a arrancar un tablón del suelo. Con él comenzaron a hacer el agujero de huida.
     Tras una hora dándole vueltas a la madera sobre la pared, para iniciar el agujero sin hacer ruido, se les rompió la tabla.
     – Me cago en la puta– exclamó Dani–. Todo lo malo nos tiene que pasar a nosotros y encima hoy.
     – Tranquilo, vamos a coger otro, si por tablas no será– lo tranquilizó Fernando.
     Cogieron otra tabla y continuaron con su labor pero esta vez sin tanto cuidado como antes. Corrían el riesgo de que sus captores los pillaran con las manos en la masa y que los pudiesen matar, pero... ¿qué otra cosa podían hacer si realmente Laura y Silvia corrían peligro?
     Acabaron el agujero poco antes de que el Elegido fuera a despertar a Roberto para la ceremonia de ofrecimiento de la virgen al Todopoderoso. Salieron de aquella habitación, que era su cárcel, y se escondieron en el patio del Conventico. Aún estaba oscuro; ¿todavía no había amanecido o había vuelto a oscurecer? ¿Cuánto tiempo llevaban allí encerrados? No sabrían decirlo, pero no el suficiente para que hubiera vuelto a oscurecer ni tan poco que no hubiera amanecido todavía. ¿Acaso en aquel lugar demoníaco el sol no salía? Eso era prácticamente imposible. Aprovecharon aquella oscuridad para deslizarse sin que nadie los viese hacia unos árboles muy frondosos que se hallaban en aquel patio (y que también estaban en el Conventico que ellos conocían). Pero no fueron tan cuidadosos como ellos pensaban y alguien los vio ir hacia los árboles.

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