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jueves, 20 de junio de 2013

Fer y Dani en El Conventico (2)


     – Socorro. Esa fiera nos quiere atacar– les dijo Fernando a los monjes que estaban allí.
     – Está prohibido subir a la buhardilla. ¿Cómo habéis conseguido la llave del candado?– preguntó uno de los cuatro monjes.
     – ¿Qué candado?– preguntó atónito Dani.
     – No te hagas el tonto– le dijo otro monje–. La buhardilla está cerrada con candado para que nadie pueda entrar ni salir.
     – Para que no pueda salir esa cosa querrá decir ¿verdad?– interrumpió Fernando.
     El monje le soltó una bofetada que tiró a Fernando al suelo. A Dani no le pareció que el golpe hubiera sido tan fuerte como para tirar a su amigo, pero no podía asegurar nada. Entre los cuatro monjes cogieron a los dos amigos y los bajaron de allí.
     – Esto lo vais a pagar caro– les dijo un monje a la vez que cerraba un antiguo candado que atrancaba la puerta que daba a las escaleras.
     Dicha puerta no existía cuando ellos subieron, como tampoco existía el candado. ¿Qué estaba sucediendo allí? Aquel lugar donde se encontraban no era el Conventico; al menos no el que ellos conocían. Sus paredes estaban en perfecto estado y en cada habitación había una puerta y tenía las cuatro paredes y el techo. Era como si hubieran vuelto al pasado, pero eso era imposible. Nadie podía hacer viajes en el tiempo; y menos espontáneamente, como ellos. Es posible que sea sólo un sueño- pensó Dani, pero si no era así, ¿qué les habría pasado a sus amigos? Los llevaron a la sala principal del segundo piso, donde se había quedado Juan Cruz. Pero ahora no estaba allí; ¿lo habrían atrapado a él también?, ¿habría huido a tiempo? Ojalá fuera así, y que volviera con gente suficiente y los pudieran sacar de allí a todos a salvo.
     El monje que había golpeado a Fernando se encaminó hacia la escalera que bajaba a la planta baja, donde supuestamente estaban Laura, Silvia y Roberto. Tenían que avisarlos como fuera. Ahora sólo estaban tres monjes custodiándolos, era su oportunidad de librarse de ellos, buscar a sus amigos y huir de allí para siempre. Maldita la hora en que se nos ocurrió venir al puto Conventico- pensó Dani. Fernando estaba con un solo monje y Dani con dos. Se miraron a los ojos y sin decirse nada ya sabían lo que pensaba el otro. Ambos empujaron a sus captores con todas sus fuerzas; estos apenas se movieron pero Fernando y Dani consiguieron librarse de las ataduras de aquellos fuertes brazos y bajar por las escaleras.
     – Alarma, alarma. Intrusos. Intrusos en la escalera– gritó uno de los monjes que se habían quedado custodiando a los dos amigos.
     A los gritos le siguió una salida masiva de monjes de las habitaciones. Todos con el manto y con una vela en la mano. Cuando Fernando y Dani acabaron de bajar las escaleras un grupo de monjes los esperaba. Intentaron dar la vuelta para volver a subir y, aunque fuera, saltar por la ventana pero por detrás también les habían cerrado el paso. Estaban rodeados, no tenían escapatoria, no podían enfrentarse a tanta gente ellos dos solos. Sin darles tiempo a nada, varios monjes se les echaron encima y los ataron con cuerdas gruesas. Como las que usa mi abuela- pensó Dani. Los bajaron a la planta baja y allí los encerraron en una habitación del fondo del lado derecho según se entra al edificio; la habitación daba directamente al patio del Conventico.
     La habitación no tenía absolutamente nada, ni una mesa ni una silla ni una cama; nada de nada. En la pared que daba a la calle había una ventana pero estaba rejada y, además, en la calle había muchos monjes haciendo guardia alrededor del Conventico. Nunca lograrían escapar de allí sin ayuda de sus amigos. A no ser que sus amigos estuvieran también en su misma situación
     – Aquí os quedaréis hasta que el Elegido decida qué hacer con vosotros– comentó el monje que había pegado a Fernando (o era otro monje, la verdad es que eran todos iguales y no sabrían diferenciarlos).
     El Elegido; ¿quién sería el Elegido? A Fernando aquello le recordó a las películas y series donde sale una secta satánica que tiene un líder y que sacrifica vírgenes a su Dios. ¡¿Vírgenes?! Fernando miró a Dani y gritó:
     – Laura y Silvia están en peligro. Espero equivocarme pero es probable que las sacrifiquen.
     – ¿Qué?– le preguntó Dani extrañado.
     Entonces Fernando le contó lo que pensaba que podía ocurrir.

1 comentario:

  1. hacerse los héroes no les sirvió de nada, ahora sí que están en problemas.

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