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viernes, 19 de julio de 2013

Laura y Silvia en El Conventico (5)


     Unos monjes entraron a buscar a Laura a la vez que el Elegido despertaba a Roberto. Ésta, al ver que se la querían llevar comenzó a gritar con todas sus fuerzas y a revolverse contra ellos pero eran más y mucho más fuertes que ella; esto era lo que los monjes habían imaginado y por eso fueron cuatro y llevaron unas cuerdas y una mordaza. Ataron y amordazaron a Laura mientras Silvia estaba tendida en el suelo sin hacer el mínimo movimiento. Los monjes sacaron a Laura del cuarto y se la llevaron a la capilla. Cuando llegaron no había nadie allí. La cogieron y, con las mismas cuerdas que la llevaban atada, la amarraron a una especie de camastro con los brazos y las piernas extendidos y abiertos, como una X gigante. Luego le arrancaron las ropas que llevaba y le pusieron una gran túnica blanca que la cubría entera. Cuando acabaron de prepararla, empezaron a colocar velas a su alrededor. Ella había visto aquello o algo parecido en algún sitio; pero no recordaba donde.
     Un monje se quedó custodiándola. Laura estuvo llorando desde la noche anterior, si seguía así se iba a deshidratar ya que no había bebido nada desde la última cerveza; tampoco había comido y su estómago llevaba algunas horas quejándose de la falta de alimentos. Por otra parte, se puso a pensar en que le iban a hacer, ¿por qué la habían llevado allí, la habían atado y amordazado?, ¿la irían a violar?, pero si hubieran querido violarla ya lo habrían hecho; y a Silvia también. Y Silvia, ¿por qué no estaba allí con ella?, ¿por qué no se había movido cuando fueron a recogerla a ella? De nuevo miles de preguntas se amontonaron en la cabeza de la chica.
      Mientras, Silvia seguía tirada en el suelo sin realizar ni un solo movimiento. Algunos monjes entraron en la habitación y la sacaron de allí. Silvia tenía toda la zona de alrededor de la boca llena de sangra seca. La llevaron a una habitación y la tumbaron en una camastro y la ataron a él. Allí le hicieron una sencilla operación. Con un primitivo material quirúrgico, le hicieron una incisión en zona abdominal y le quitaron un riñón. Volvieron a coserla y la subieron a la buhardilla. Abrieron el candado de la puerta donde encerraban a la extraña bestia que habían visto Dani y Fernando. Luego la introdujeron allí, cerraron la puerta y se fueron. Quedaba ya poco tiempo para la gran ceremonia de aceptación del hermano Sixtrel.

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