Comienza un año y con él un nuevo proyecto del que dejo el inicio (o un fragmento interior, ya veremos como se va desarrollando la cosa).
Como cada tarde, Jake se sentó en aquel banco a esperar. Llevaba dos
meses vigilando a aquel hombre. Su mujer sospechaba que tenía una aventura
extramatrimonial y había contratado sus servicios.
Necesitaba el dinero y nunca decía que no a un encargo de aquellas
características. Suponía un dinero fácil. El cliente le entregaba datos y fotos
de su pareja y él se limitaba a seguir a la persona en cuestión. En una semana
o poco más tenía un elaborado dossier sobre las actividades que el cliente
suponía que tenía su pareja y caso resuelto. Él recibía aquella pasta gansa y
el cliente confirmaba sus sospechas.
Sin embargo, en éste caso la cosa no había resultado tan sencilla. Había
esperado al marido a la salida de su trabajo y lo había seguido hasta una nave
de trasteros y guardamuebles de alquiler.
Cuando quiso entrar al interior, el vigilante se lo impidió argumentando
que solamente podían entrar quienes tuviesen un habitáculo registrado a su
nombre o fueran con una orden judicial para registrar alguno de ellos en
concreto. Como no tenía ni una cosa ni la otra, no pudo pasar.
Al poco alquiló un trastero para poder entrar en la nave, pero fue inútil
porque cada pequeño almacén era independiente de los demás y la forma de acceso
a cada uno era única e independiente del resto. Sólo el propietario, mediante
una llave especial, podía llegar hasta la puerta correspondiente.
Había intentado hacerse el encontradizo con él. Había simulado ser un
antiguo compañero del colegio y hasta había preguntado en su entorno laboral, pero
nada. No había conseguido ningún dato adicional. Su vida fuera de su hogar y su
trabajo era demasiado hermética. Nadie sabía lo que hacía desde que entraba a
aquel almacén y volvía a salir varias horas después para regresar a su hogar.
Jake también vigiló varios días los trasteros tanto antes de la entrada
del marido como después de su salida. Permaneció sentado en su coche horas sin
ningún resultado positivo.
Su cliente estaba impacientándose por la falta de noticias que
confirmaran sus sospechas o que las descartaran para siempre. Él siempre le
decía lo mismo, que tarde tras tarde salía de su trabajo y se dirigía hacia
aquellos almacenes. Entraba, permanecía algunas horas y salía de nuevo para
regresar a su hogar. La mujer, cansada de oír siempre lo mismo, le había dado
un último plazo. Tenía una semana para averiguar qué hacía su marido en aquel
lugar.
Muy intrigante. No dejás ningún tipo de señal, por lo cual esta historia puede ir cualquier lado. Te deseo suerte con ella.
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