Derechos de Autor

Todos los artículos publicados en este blog están protegidos por la ley. Salvo indicación al contrario, todo lo aquí publicado está protegido por licencia Creative Commons, por lo que el material se puede reproducir siempre y cuando se nombre al autor del mismo, no se podra comerciar con él y tampoco se pueden hacer trabajos derivados

lunes, 29 de julio de 2013

El Conventico (final)


     Cuando a la mañana siguiente se despertaron la luz del sol bañaba sus rostros; pero no despertaron a la puerta del Conventico, donde se habían quedado dormidos, si no que Laura y Silvia despertaron en la habitación en la que se habían metido a buscar carboncillo, Dani y Fernando en la buhardilla, Juan Cruz en la gran habitación central del piso de arriba. Ninguno de ellos sabía que era lo que les había pasado. Simplemente recordaban que la noche anterior habían ido al Conventico después de las cervezas y... no recordaban nada más. Primero se juntaron Dani y Fernando con Juan Cruz, luego más tarde los tres con las dos chicas en el vestíbulo. Todos estaban preguntándose qué era lo que los había sucedido sin hallar una respuesta coherente, cuando una profunda voz habló desde el patio.
     – Joder, me he quedado dormido en aquella puta capilla. ¿Por qué nadie me ha despertado?– preguntó Roberto.
     Todos se giraron asustados por aquel tono de voz tan ronco.
     – Y encima me he puesto malo.
     Los seis amigos se juntaron en el vestíbulo, le explicaron a Roberto que ellos también se habían quedado dormidos y que hacía unos minutos que habían despertado. Luego salieron de allí; cuando lo hicieron una extraña y placentera sensación los invadió a todos.
     – Alguna vez os habéis preguntado por qué nunca hay gatos en el Conventico– preguntó Roberto.
     – ¿A qué viene esa pregunta?– contestó Juan Cruz.
     – No lo sé, simplemente es que se me ha pasado por la mente ahora mismo– dijo Roberto–. Joder que calor que hace– y se quitó la cazadora.
     – Robe, ¿qué es eso que tienes ahí?– le preguntó Laura señalando una marca que tenía Roberto en un brazo; era una ampolla muy grande.
     – No lo sé; parece una quemadura, pero no sé con qué me habré quemado.
     De repente se giró para mirar hacia el Conventico y vio salir un poco de humo de la cocina.
     – Mirad, debemos haber encendido fuego y no lo apagamos antes de quedarnos dormidos. Menos mal que no se ha prendido todo el Conventico– les dijo a sus amigos.
     – Pues sí– contestó Silvia–. Joder, me cuesta hablar, como si hiciera años que no lo hiciera.
     – Yo no recuerdo haber encendido nada– dijo Fernando.
     – Ni yo– dijeron a la vez Dani y Juan Cruz.
     – Nosotras tampoco– dijo Laura.
     – Igual fueron Manolo y estos– dijo Roberto–. ¿Por cierto los visteis por allá arriba?
     – No– contestaron al unísono Juan Cruz, Dani y Fernando. Y sin más comentarios continuaron el camino de regreso a San Pedro.

Esto sólo es un fragmento de "El Conventico". Si te ha gustado y quieres saber todos los detalles de esta historia no dejes de visitar http://megustaescribir.com/members/sangrando/obras/ y allí leer la obra completa, puntúarla y añadirla a tu biblioteca. Espero que hayas disfrutado tanto leyéndola como yo escribiéndola.

viernes, 26 de julio de 2013

Silvia en El Conventico (2)


     Silvia se despertó en el mismo instante en el que sus amigos comenzaron a subir las escaleras del primer piso a la buhardilla. Al abrir los ojos, la primera imagen que vio fue la de un horrible monstruo que se acercaba hacia ella encorvado y emitiendo unos horrendos sonidos guturales. Silvia se quedó aterrada, intentó ponerse en pie y huir pero un fuerte dolor en su cuerpo se lo impidió, los puntos que los monjes le habían dado se le habían abierto y había comenzado a sangrar. Como pudo, fue retrocediendo de aquel horrible ser. La puerta se abrió tras ella y Dani entró a rescatarla; cuando se acercó a ella, Köufar se lanzó contra él y lo derribó. Fernando entró poco después de Dani, y tras él Juan Cruz; con aquella mala iluminación apenas podían distinguir lo que allí dentro estaba sucediendo, lo único que veían era que su amigo Dani estaba en un lío. Tenían que liberar a Silvia y ayudar a Dani en su lucha contra aquella bestia, así decidieron dividir sus fuerzas y Juan Cruz se ocupó de sacar de allí a la chica y Fernando acudió en ayuda de Dani. Cuando Juan Cruz puso a Silvia a salvo (fuera de la buhardilla con Laura) volvió a ayudar a sus dos amigos.
     Cuando se internó de nuevo en la buhardilla vio a Dani en el suelo sangrando de una gran herida en el pecho. Fernando estaba cogido del cuello por Köufar y le empezaba a faltar el aire. Juan Cruz ayudó a Dani a ponerse en pie, cuando lo consiguió le indicó que saliera fuera con las dos chicas. A duras penas Dani hizo lo que le indicaba su amigo. Cuando Dani hubo abandonado la sala, Juan Cruz se lanzó contra el terrible ser que tenía preso a Fernando haciendo que lo soltara. Cuando Fernando cayó al suelo tosió varias veces y luego se puso en pie. Köufar se recuperó del golpe recibido por Juan Cruz y luego inició un ataque contra él pero Juan Cruz lo esquivó y la criatura se fue contra una de las paredes y chocó contra ella; Juan Cruz se acercó a Fernando y, como ya hiciera con Dani, le ayudó a levantarse y a salir de allí. Köufar intentó evitarlo, pero cuando se acercó a la puerta algunos rayos de luz le llegaron de fuera y se quedó cegado en el umbral de la puerta. ¿Pero de dónde venían esos rayos si en aquel lugar nunca salía el sol y la luz de las estrellas no podía llegar hasta allí? Pues venía de una pequeña fogata que había hecho Laura con el mechero de Dani para calentar a Silvia y a Dani porque se quejaban de que tenían mucho frío.
     Aprovechando la ceguera temporal del monstruo los cinco huyeron de allí. Cuando estaban bajando el segundo tramo de escaleras, del primer piso a la planta baja, notaron un calor tremendamente inusual en aquel lugar. Era como si una hoguera gigante hubiera sido encendida allí. Llegaron a la planta baja y miraron hacia el patio con el fin de encontrar a Roberto pero éste no se encontraba allí. El patio estaba lleno de monjes agrupados en torno a alguien tendido en el suelo. Cuando se dispersaron y tomaron la dirección del edificio principal los cinco amigos pudieron ver que la persona que estaba en el suelo era el Elegido que yacía sin vida con algo clavado en el pecho; era el cuchillo que tenía Roberto para matar a Laura. Un extraño resplandor salió de la cocina. Era fuego. Se había declarado un incendio en dicho lugar. Los monjes que se encaminaban al lugar del fuego comenzaron a chillar y huir dando vueltas sin sentido, como un rebaño de ovejas amenazadas por la presencia de un predador. Escucharon una voz, era la de Roberto que venía desde la cocina.
     – Huid mientras podáis– les indicó.
     Un ruido chirriante sonó en la puerta de entrada, a sus espaldas. El portón que no les había dejado salir de allí se abrió de par en par y pudieron salir de aquel demoníaco lugar. No pudieron hacer nada por Roberto, que murió calcinado en el incendio de la cocina al igual que el resto de los monjes. Los cinco amigos estaban tan rendidos que nada más salir se quedaron dormidos a las puertas de aquel lugar.

jueves, 25 de julio de 2013

Roberto en El Conventico (6)


     A la última hora del mismo día en el que los prisioneros habían huido (los monjes aún no sabían este último detalle) se celebraría el sacrificio de la virgen. Todo estaba ya dispuesto para la ceremonia. La víctima sobre la cama de ejecuciones y el nuevo integrante de la hermandad dispuesto a cumplir su misión. Los prisioneros y su amigo estaban escondidos espiando a los monjes esperando la mínima oportunidad para acercarse a la capilla, entrar y sacar de allí a sus amigos para volver todos al pueblo a salvo.
     Todos los monjes acudieron a la capilla bajo la atenta y vigilante mirada de los tres amigos ocultos. Cuando todos los monjes se hallaban en la capilla decidieron acercarse hasta allí para salvar a los prisioneros. Como no querían ser descubiertos, fueron por la parte de atrás (Juan Cruz se acordaba que allí había una puerta de cuando había ido con su hermana y la amiga de ésta). La puerta secreta estaba ahora abierta, porque por allí habían entrado Roberto y el Elegido y nadie la había cerrado. Desde donde estaban situados no podían ver el interior porque una cortina se lo impedía; lo único que podían ver eran sombras creadas por las velas que rodeaban a Laura.
     Dentro del lugar, el Elegido hablaba a los demás monjes para contarles que el hermano Sixtrel iba a sacrificar a una virgen como ofrenda al Todopoderoso. Aquello significaba que cuando el Elegido se retirara de sus actos de líder de la hermandad toda esa responsabilidad recaería en Roberto. Cuando el Elegido acabó de hablar a sus hermanos todos rezaron una oración hacia el Todopoderoso antes de iniciar el sacrificio.
     Laura estaba a la espalda de Roberto y el líder de aquel grupo de fanáticos, entre ellos y la cortina que no dejaba ver desde fuera a sus tres amigos. No podía verle la cara a Roberto porque la llevaba tapada con el hábito tan siniestro que llevaban todos ellos; tampoco podía ver a Fernando, Dani y Juan Cruz porque estaba la cortina, lo primero y porque de la forma en la que estaba atada le era imposible girar el cuello lo suficiente.
     El Elegido se acercó a Roberto y le dio un puñal muy raro, con curvas, y ambos se colocaron a detrás del camastro de Laura, de cara a la audiencia. Laura lloraba de miedo al ver que iba a morir, no podía gritar porque estaba amordazada. Los dos terribles seres que la iban a matar estaban a su lado. Aquella terrible imagen ya la había vivido antes pero no podía recordar donde. El Elegido y el resto de los monjes entonaban una oración a la vez que el monje que acompañaba al Elegido se colocaba al lado de Laura con el cuchillo a la altura del pecho. El cántico de los monjes se fue elevando de tono, el Elegido iba metiendo la mano en un cáliz en el que tenía el brebaje del sacrificio e iba santificando a los monjes con él; cuando acabó de extender unas gotas de la pócima bebió unos tragos y se lo pasó al otro monje que estaba con él que se bebió el resto. El canto de los monjes llegaba a su punto cumbre y Roberto levantó el puñal por encima de su cabeza, el Elegido le dio la orden de ejecución, en ese instante la capucha se apartó de su cara y Laura podía ver el rostro de su ejecutor. Ese rostro no era otro que el de Roberto; pero no el del Roberto que ella conocía si no que era el rostro de un ser que parecía que hubiera muerto hacía mucho tiempo, aún conservaba algunos rasgos de su amigo pero no era él, era como un zombi, como si se estuviera descomponiendo. Cuando Laura reconoció a su amigo la mirada se le cambió, pasó del miedo a la incredulidad. ¿Cómo podía estar haciendo eso?
     En aquel momento, por la cabeza de Roberto pasó la imagen que había visto la noche anterior del Conventico ardiendo; el foco del fuego estaba en la cocina, lo sabía porque de allí era de donde salían más llamas. La imagen se borró de pronto.
     En ese mismo instante, los tres amigos fugitivos decidieron adentrarse en la capilla; cuando vieron a Roberto intentando matar a Laura todos se quedaron perplejos, aquella era la última imagen que esperaban encontrarse. El primero en reaccionar fue Dani que se abalanzó contra Roberto y lo derribó impidiendo que matara a Laura, acto seguido los otros dos liberaron a Laura ante el asombro de los monjes y del Elegido. ¿Cómo era posible que hubieran escapado de su prisión?
     Juan Cruz cogió a Laura en brazos y salió de allí lo más rápido que pudo, cuando los monjes quisieron reaccionar él ya estaba fuera, camino del edificio principal. Fernando ayudó a Dani a ponerse en pie y salir corriendo. Roberto y el resto de los monjes corrieron tras ellos; Roberto fue el primero en alcanzarlos; derribó a Fernando y elevó el cuchillo sobre él. El Elegido dio orden a los demás monjes de que no intervinieran, que aquello era asunto del hermano Sixtrel y él lo debía resolver.
     Fernando miró a los ojos de Roberto y a la mente de éste vino el sueño que había tenido la noche anterior, pero ahora sí que podía distinguir las caras de los que le acompañaban, correspondían a aquellos intrusos que se llevaban a la chica que él iba a sacrificar para entrar en la hermandad, la chica era otra de las personas que le acompañaban. También pudo identificar la imagen aterradora que allí aparecía y no era otra que la que le había dado aquel puñal y le había mandado ejecutar a una de sus acompañantes. Pero algo no cuadraba, le faltaba una persona, otra de las chicas. “A los intrusos les quitamos uno de sus riñones y luego se los entregamos a Köufar, que vive en la buhardilla. Köufar es una bestia mezcla entre hombre y animal salvaje. Lo tenemos en la buhardilla desde que lo encontramos en la puerta principal; lo alimentamos con los cuerpos de los gatos y con los de los intrusos, pero tienen que estar vivos y ha de matarlos él, si se lo damos ya muerto no se lo come y allí lo deja hasta que se pudre y se convierte en un esqueleto”. Aquellas palabras comenzaron a rondar su cabeza sin saber porqué, las oía una y otra vez. Lo estaban volviendo loco.
     – Roberto, soy yo, Fer– le dijo su amigo; pero Roberto no lo recordaba.
     – A los intrusos les quitamos uno de sus riñones y luego se los entregamos a Köufar, que vive en la buhardilla– repitió mecánicamente; aquella no era su voz, era más profunda. Se estaba volviendo loco. La cabeza le iba a estallar; se llevó las manos a la cabeza y se puso a dar vueltas sobre su propio eje a la vez que gritaba aquélla frase.
     Fernando aprovechó para huir y unirse a sus amigos que lo esperaban inmóviles sorprendidos ante la actuación de Roberto. Ninguno de sus amigos sabía lo que Roberto quería decir con aquellas palabras. Buhardilla. Aquella palabra comenzó a revolver la mente de Dani. Claro, habían arrojado a Silvia a la guarida del monstruo que había intentado devorarlos a ellos. Sin perder un segundo se lo comunicó al resto del grupo.
     – Silvia está en peligro; corramos antes de que ese bicho la devore. Esperemos que no sea demasiado tarde.
     Todos corrieron escaleras arriba, pasaron el primer piso y se encaminaron hacia la buhardilla. Cuando todos corrían hacia las escaleras el Elegido mandó a sus fieles seguidores ir tras ellos. Roberto seguía gritando y dando vueltas sobre sí mismo como un loco. De pronto, las ideas se le aclararon y corrió hacia el Elegido. Éste al verlo correr hacia él extendió sus brazos para acogerle en ellos; necesitaba de aquel muchacho para que se continuara la tradición que su antecesor había iniciado muchos años atrás. Roberto se refugió en los brazos del Elegido.
      Un fuerte alarido salió de la boca del líder de los monjes. Roberto no buscaba el refugio, sino que lo que hizo fue clavarle el puñal del sacrificio en el pecho. Cuando el Elegido se retiró, un humo negro comenzó a brotar de la herida que Roberto le hizo. Luego, recordando la visión que tuvo la primera vez que se acercó a la capilla corrió hacia la cocina; esa visión era el Conventico en llamas, y por la disposición de las mismas el fuego se debió originar en la cocina (o eso pensaba, quisiera dios que fuese así).

miércoles, 24 de julio de 2013

Fer y Dani en El Conventico (4)


     Fernando y Dani pensaban que estaban bien ocultos y que, como nadie los veía, podían actuar con sigilo. Sin embargo, cuando apenas llevaban allí un minuto alguien los sorprendió. Los dos se llevaron un susto de muerte; estuvieron a punto de chillar pero el miedo se lo impidió. Pronto se relajaron, al ver que el que los había sorprendido no era otro que su amigo Juan Cruz.
     – Joder Juantxi, que susto nos has dado– le dijo Fernando.
     – Lo siento– se disculpó– es que os vi venir hacia aquí y decidí unirme a vosotros.
     Los tres se contaron sus aventuras, Juan Cruz le contó lo del gato en la cocina y sus dos amigos le contaron lo del sacrificio que pensaban que se iba a celebrar. Juan Cruz les contó que había estado durante mucho tiempo en el huerto del fondo a oscuras, como si no hubiera amanecido nunca. Fernando y Dani le contaron que a ellos su estancia en la habitación se les había hecho eterna, pero que al salir aún estaba oscuro y no sabían si había pasado un día o si aún era de noche. Juan Cruz también les contó que había visto como Roberto, la noche anterior, había ido hacia la pequeña capilla del patio y por eso salió afuera sin esperarlos.
      Tras contarse todo lo sucedido pusieron sus mentes en funcionamiento para urdir un plan y liberar a sus tres amigos y salir todos de allí. Juan Cruz había visto entrar a Roberto en la capilla pero no le había visto salir, así que, todavía continuaría allí preso por aquellas criaturas; y si Fernando y Dani estaban en lo cierto a Laura y a Silvia también las llevarían allí para celebrar aquel rito del sacrificio. Ojalá llegasen a tiempo para evitarlo. Corrían el riesgo de ser descubiertos pero el valor de sus amigos no tenía precio.

martes, 23 de julio de 2013

Silvia en El Conventico (1)


     Köufar era un ser humano con cierta deformidad que los monjes consideraron como una bestia. Debido a su aislamiento no había aprendido a andar erguido totalmente ni a hablar; se comportaba como un salvaje. Estaba tan acostumbrado a la oscuridad que la mínima ráfaga de luz le dañaba.
     Cuando Köufar vio que la puerta se abría se arrinconó en una esquina para que no le diera nada de luz, y para que los monjes no le castigaran. Había intentado huir en varias ocasiones, pero al acercarse a la puerta la luz lo cegaba y los monjes lo apaleaban hasta que volvía al rincón en el que se refugiaba ahora. Las veces que había capturado a algún monje y lo había matado lo habían tenido castigado sin comer durante una semana; la primera vez casi se muere de hambre pero las otras dos vivió a base de los restos de los monjes y, cuando estos se le acabaron, de sus propios excrementos.
     La puerta se cerró de nuevo y distinguió un nuevo bocado para él. Estaba de suerte, comería carne humana fresca después de muchos años sin hacerlo; era su favorita, pero apenas se la daban. Al acercarse y ver que Silvia no se movía pensó que estaba muerta y la dejó allí. Nunca comía nada que no hubiera matado él mismo, era como un reflejo de supervivencia que había desarrollado con el paso del tiempo, tras una indigestión que cogió al comerse un gato muerto que le habían dado y que ya estaba en estado de descomposición.
      Silvia se había dormido la otra noche en la habitación con Laura; cuando entraron a por su compañera para el sacrificio le echaron por encima unos polvos narcóticos que la dormirían hasta varias horas después de la operación. Durante el tiempo que estuvo bajo los efectos del sedante soñó que la separaban de Laura y que a cada una le aplicaban una tortura distinta, pero que no sabría decir cual era. Aunque estaban muy separadas, ella podía oír los gritos de dolor de Laura y también podía sentirlo; Sin embargo, era incapaz de sentir su propio dolor. Veía cuchillos y tijeras de un tamaño descomunal que se movían con soltura por todo su cuerpo y sesgaban partes del mismo sin que ella pudiera hacer nada. Luego, de pronto, todo se puso oscuro y lo único que recordaría al despertar sería una criatura monstruosa. Nada más próximo a la realidad que lo que iba a ver al abrir los ojos.

lunes, 22 de julio de 2013

Roberto en El Conventico (5)


     El Elegido llevó a Roberto a la parte de atrás de la capilla. Desde allí se podía acceder a la parte principal de la misma por una pequeña puerta que estaba camuflada en los ladrillos de la pared. Allí estuvo un rato con él explicándole como sería la ceremonia y lo que debía de hacer. Cuando le dijo que si lo había comprendido él asintió con una voz que no reconoció como suya, sino como otra venida desde un lugar hueco y vacío, como un jarrón. El Elegido dejó en aquel lugar a Roberto y le dijo que no se moviera de allí, que él tenía que ir a preparar la ceremonia. Roberto obedeció y se mantuvo allí mientras el Elegido se iba a la cocina a recoger los ingredientes del brebaje que tenía que tomarse Roberto antes de ofrecer el sacrificio al Todopoderoso. Al cabo de un rato (que Roberto no pudo determinar porque había perdido la noción del tiempo hacía mucho, ¿o quizás había sido hacía poco?), volvió con todos los ingredientes y comenzó a preparar aquella pócima al tiempo que le explicaba a Roberto lo que llevaba.
     – Escucha bien porque algún día serás tú el que prepare este brebaje para dar la bienvenida a los nuevos miembros– le dijo. Entonces comenzó a mezclar los ingredientes a la vez que le contaba a Roberto lo que eran y de donde habían salido–. Lengua de gato: por aquí no verás un gato con vida porque los consideramos enviados de Satán y los ofrecemos al Todopoderoso; ojo de cuervo: los cuervos arruinan nuestras cosechas y por eso también los matamos; grano de trigo molido: como petición de una buena cosecha para el año siguiente; agua: símbolo de vida y el riñón de un intruso: los intrusos vienen a destruirnos y con ello pedimos protección ante ellos.
     >> A los intrusos les quitamos uno de sus riñones y luego se los entregamos a Köufar, que vive en la buhardilla. Köufar es una bestia mezcla entre hombre y animal salvaje. Lo tenemos en la buhardilla desde que lo encontramos en la puerta principal; lo alimentamos con los cuerpos de los gatos y con los de los intrusos, pero tienen que estar vivos y ha de matarlos él, si se lo damos ya muerto no se lo come y allí lo deja hasta que se pudre y se convierte en un esqueleto. Por eso los cuervos no se los damos, porque tenemos que matarlos la mayoría de las veces.
      Roberto prestaba atención a los que le decía el Elegido intentando asimilarlo y adaptarlo a su mente. Intruso con vida que se lo come un mutante; gatos que también se los come ese ser; ofrecimientos a un Dios; sacrificio de vírgenes...

viernes, 19 de julio de 2013

Laura y Silvia en El Conventico (5)


     Unos monjes entraron a buscar a Laura a la vez que el Elegido despertaba a Roberto. Ésta, al ver que se la querían llevar comenzó a gritar con todas sus fuerzas y a revolverse contra ellos pero eran más y mucho más fuertes que ella; esto era lo que los monjes habían imaginado y por eso fueron cuatro y llevaron unas cuerdas y una mordaza. Ataron y amordazaron a Laura mientras Silvia estaba tendida en el suelo sin hacer el mínimo movimiento. Los monjes sacaron a Laura del cuarto y se la llevaron a la capilla. Cuando llegaron no había nadie allí. La cogieron y, con las mismas cuerdas que la llevaban atada, la amarraron a una especie de camastro con los brazos y las piernas extendidos y abiertos, como una X gigante. Luego le arrancaron las ropas que llevaba y le pusieron una gran túnica blanca que la cubría entera. Cuando acabaron de prepararla, empezaron a colocar velas a su alrededor. Ella había visto aquello o algo parecido en algún sitio; pero no recordaba donde.
     Un monje se quedó custodiándola. Laura estuvo llorando desde la noche anterior, si seguía así se iba a deshidratar ya que no había bebido nada desde la última cerveza; tampoco había comido y su estómago llevaba algunas horas quejándose de la falta de alimentos. Por otra parte, se puso a pensar en que le iban a hacer, ¿por qué la habían llevado allí, la habían atado y amordazado?, ¿la irían a violar?, pero si hubieran querido violarla ya lo habrían hecho; y a Silvia también. Y Silvia, ¿por qué no estaba allí con ella?, ¿por qué no se había movido cuando fueron a recogerla a ella? De nuevo miles de preguntas se amontonaron en la cabeza de la chica.
      Mientras, Silvia seguía tirada en el suelo sin realizar ni un solo movimiento. Algunos monjes entraron en la habitación y la sacaron de allí. Silvia tenía toda la zona de alrededor de la boca llena de sangra seca. La llevaron a una habitación y la tumbaron en una camastro y la ataron a él. Allí le hicieron una sencilla operación. Con un primitivo material quirúrgico, le hicieron una incisión en zona abdominal y le quitaron un riñón. Volvieron a coserla y la subieron a la buhardilla. Abrieron el candado de la puerta donde encerraban a la extraña bestia que habían visto Dani y Fernando. Luego la introdujeron allí, cerraron la puerta y se fueron. Quedaba ya poco tiempo para la gran ceremonia de aceptación del hermano Sixtrel.

miércoles, 17 de julio de 2013

Fer y Dani en El Conventico (3)


     Fernando y Dani tampoco durmieron nada. Fernando le contó a Dani que era posible que Silvia y Laura estuvieran en peligro; podrían ser sacrificadas si lo que pensaba Fernando era cierto, así que estuvieron pensando en la forma de salir de allí, encontrar a Juan Cruz y a Roberto y salvar a las dos chicas del sacrificio.
     Dani le propuso a Fernando que podían empezar a hacer un agujero en aquella débil pared de adobe y salir a escondidas para buscar a los demás. Fernando estaba de acuerdo con la idea de su amigo, así que buscó por la habitación algún utensilio para comenzar a hacer el boquete pero no encontró nada. Al no encontrar nada se empezó a frustrar y a maldecir. Sin embargo, Dani le propuso que le ayudara a arrancar un tablón del suelo. Con él comenzaron a hacer el agujero de huida.
     Tras una hora dándole vueltas a la madera sobre la pared, para iniciar el agujero sin hacer ruido, se les rompió la tabla.
     – Me cago en la puta– exclamó Dani–. Todo lo malo nos tiene que pasar a nosotros y encima hoy.
     – Tranquilo, vamos a coger otro, si por tablas no será– lo tranquilizó Fernando.
     Cogieron otra tabla y continuaron con su labor pero esta vez sin tanto cuidado como antes. Corrían el riesgo de que sus captores los pillaran con las manos en la masa y que los pudiesen matar, pero... ¿qué otra cosa podían hacer si realmente Laura y Silvia corrían peligro?
     Acabaron el agujero poco antes de que el Elegido fuera a despertar a Roberto para la ceremonia de ofrecimiento de la virgen al Todopoderoso. Salieron de aquella habitación, que era su cárcel, y se escondieron en el patio del Conventico. Aún estaba oscuro; ¿todavía no había amanecido o había vuelto a oscurecer? ¿Cuánto tiempo llevaban allí encerrados? No sabrían decirlo, pero no el suficiente para que hubiera vuelto a oscurecer ni tan poco que no hubiera amanecido todavía. ¿Acaso en aquel lugar demoníaco el sol no salía? Eso era prácticamente imposible. Aprovecharon aquella oscuridad para deslizarse sin que nadie los viese hacia unos árboles muy frondosos que se hallaban en aquel patio (y que también estaban en el Conventico que ellos conocían). Pero no fueron tan cuidadosos como ellos pensaban y alguien los vio ir hacia los árboles.

martes, 16 de julio de 2013

Roberto en El Conventico (4)


     Roberto fue despertado en mitad de la oscuridad para el rezo silencioso en su cuarto con sus compañeros. ¿Cuánto tiempo había estado durmiendo? Por una parte le habían parecido simplemente unas horas, pero por otra, le parecía que casi hacía un día. En el exterior era noche cerrada aún, así que no debería de haber estado mucho tiempo durmiendo. Cuando acabaron el rezo le dejaron que volviera a dormir mientras el resto se dedicaba a otras labores. Pasadas unas horas le llevaron una bandeja con comida de la que dio cuenta en poco tiempo ya que estaba hambriento. De nuevo le dejaron volver a dormir cuando acabó con el contenido de la bandeja.
     – Descansa hermano Sixtrel; dentro de unas horas tendrás que realizar una difícil tarea– le aconsejó el monje que le había llevado la comida, justo cuando Roberto se sumergía en un placentero sueño.
     En ese sueño estaba él caminando por un bosque que no conocía, y muchas cosas bellas flotaban a su alrededor: mariposas, aves, polen... Era una bonita tarde de primavera y él era feliz. Iba con otras personas pero su rostro no se mostraba claro, sólo podía distinguir que eran dos chicas y tres chicos. Al llegar a un claro del bosque, el dulce sueño se tornó en una horrible pesadilla. Las personas que iban a su lado se deshacían y se iban cayendo a pedazos a cada paso que daban. El cielo azul se tornaba en un cielo negro lleno de nubarrones, se avecinaba tormenta y varios rayos y truenos hicieron su aparición. Aquel bosque tan hermoso por el que iba paseando se convirtió en un lugar desolador, lleno de árboles muertos unos, y quemados hasta casi la raíz otros. De entre los truenos surgía una terrible figura que tampoco podía identificar, pero tan sólo de verla se le helaba la sangre.
     Entonces despertó sobresaltado. El Elegido estaba al lado de su catre cuando abrió los ojos.
     – Venía a despertarte pero veo que no hace falta– le dijo con aquella voz de ultratumba característica de todos aquellos monjes, pero más marcada en aquel personaje líder.

martes, 2 de julio de 2013