No sé muy bien como sucedió todo, pero de repente desperté tumbado en
aquella fría camilla. No podía mover ninguna parte del cuerpo a excepción de
los ojos. Entonces comencé a notar como por mis venas circulaba algo que las
quemaba y las congelaba un instante después. No era doloroso pero si
desagradable.
Al principio todo estaba muy oscuro, pero pronto me di cuenta de que por
mis pies entraba algo de luz. Me costó un poco enfocar la visión pero conseguí
ver los tonos metálicos del interior de aquel aparato. Era gris y frío, y no
solo en la vista, si no también en la sensación. Allí dentro se sentía frío.
Empecé a escuchar un zumbido. Al principio fue muy suave; era incluso
agradable, sin embargo, después se convirtió en un ruido atroz. Venía desde mis
pies hacia mi cabeza. Una luz se encendió en el interior de aquella maquina
metálica. Era como un anillo que girara dentro de un tubo. Llegó a la altura de
mi cabeza y moviendo los ojos pude ver que pasaba de largo lentamente. Unos
segundos después regresaba por el mismo camino que acababa de recorrer para
finalizar a mis pies con el mismo murmullo con el que había comenzado.
La camilla de metal se empezó a mover hacia atrás, sacándome de aquel
enorme tubo metálico. La luz era cegadora y, al igual que momentos antes en el
interior del cilindro, me costó algunos segundos poder acostumbrarme a ella y enfocar
la visión. Entonces fue cuando los vi detrás de aquel cristal. Hablaban entre
ellos pero apenas lograba distinguir murmullos. Fue entonces cuando se
dirigieron a mí a través de un micrófono y un altavoz. Su extraño lenguaje me
desconcertaba y no entendía lo que me querían decir.
Yo seguía estando inmóvil y por mucho que me esforzaba no conseguía mover
ni un solo músculo. Cada vez estaba más seguro de que estaba siendo el
conejillo de indias de los estudios de extraños seres. Escuché un ruido como si
una puerta se hubiera cerrado y momentos después lo vi frente a mí.
Sus ojos eras como los míos pero de otro color. No tenía pelo ni vello
facial. Sus labios eran muy parecidos a los míos. Y de repente se abrieron.
Aquella boca era oscura y me parecía tan grande que casi podía engullirme de un
único bocado. Entonces comenzó a emitir sonidos. No entendí nada de lo que me
dijo.
—Señor Márquez, ya le hemos hecho la resonancia. Pronto comenzarán a
desaparecer los efectos de la anestesia y podrá moverse. —Misteriosamente podía
entender lo que me decía—. Tuvo usted un accidente con la moto y tuvimos que
anestesiarle para poder realizarle la prueba y comprobar los daños internos que
usted pudiera tener, pero por suerte no hay ningún órgano dañado; apenas un par
de huesos rotos. La enfermera vendrá en un minuto y lo llevará a su habitación.
El hombre de la cabeza afeitada se despidió de mí antes de abandonar la
sala en la que me acababan de realizar aquella prueba médica.
«...nada es verdad ni mentira;
ResponderEliminartodo es según el color
del cristal con que se mira.»
Excelente mane de describir estapasaje, Robe.
Saludos.