Cuando se dio cuenta de
donde estaba, Gabi, se puso a temblar sin saber porqué; había pasado por allí
pero nunca le había dado por entrar en aquella casa. Todos decían que estaba
encantada pero él nunca lo creyó quizá por eso era por lo que se encontraba
allí ahora.
Toda la culpa la tenía Javi que le había quitado el monedero y lo
había arrojado contra uno de los cristales que se había roto y había permitido
el paso de su cartera al interior de la casa; y ahora le tocaba ir a por ella.
Si no hubiera sido tan bocazas de decirle a Javi que llevaba una foto de Mariví
éste no se la hubiera quitado para verla, no se hubieran enfadado y él no
estaría allí ahora mismo.
Algunos rayos del sol entraban en la casa pero eran tan escasos que no
veía lo suficiente para encontrar su cartera. De pronto un ruido tras él lo
puso alerta; se giró pero no vio nada a sus espaldas, cuando se giró de nuevo
una persona enorme se encontraba frente a él; debía de medir lo menos dos
metros y medio. Gabi nunca había visto a nadie tan alto ni siquiera a los
jugadores de baloncesto.
– ¿Buscas esto?– le preguntó el gigante enseñándole su cartera.
– Sí, verá es que mi amigo Javi la lanzó aquí y como pensé que no
vivía nadie me he colado. Discúlpeme– intentó excusarse Gabi muerto de miedo
ante aquella persona.
– Esta es mi casa– le dijo el gigante con una voz muy profunda.
– Lo sé, pero creí que nadie vivía aquí y quería mi cartera...
– ¡SILENCIO!– gritó el dueño de la casa extendiendo el brazo hacia el
intruso; éste retrocedió como golpeado por una ráfaga de aire que había salido
de la mano del gigante.
El gigante se acercó a Gabi y lo tomó por el pelo levantándolo de un
fuerte tirón; de los ojos de Gabi comenzaron a salir lágrimas de dolor. El
gigante le cogió la cara con la mano libre y lo estampó contra una pared. Un
gran desconchón con una mancha de sangre apareció en aquella pared. Gabi cayó
al suelo sangrando por la cabeza. Con mucha dificultad intentó incorporarse;
cuando estaba de rodillas el gigante le dio una patada en la cara que lo sacó
de la casa por la misma ventana por la que había entrado la cartera.
Su amigo Javi lo vio salir por la ventana y corrió a ayudarlo.
– Gabi, ¿estás bien?, ¿por qué has saltado por la ventana?
Gabi se puso malamente en pie y le dijo a su amigo
– Vámonos de aquí antes que salga esa bestia.
– ¿Quién?; si esta casa está vacía.
Sin decir nada más Gabi salió corriendo. Javi se acercó a la casa y
miró por la ventana rota y vio en el centro de la habitación el monedero de su
amigo. Entró y lo recogió para devolvérselo cuando lo volviera a ver. Pero
nunca volvió a verlo ni a saber nada más de él. Ni Javi ni nadie más lo ha
vuelto a ver. Sus padres lo esperaron día tras día hasta que se volvieron
locos. Su amigo Javi también lo esperó; lo hizo en el patio delantero de la
casa apoyado en un árbol, lo esperó tanto que acabó convirtiéndose en parte del
tronco del árbol. Aún hoy si pasas frente a la casa y te fijas en el gran
ciprés de la entrada se puede ver sobre el tronco una silueta humana: la
silueta de Javi.
Un relato surrealista donde no se sabe si la peor parte se la llevó Gabi, o sus allegados.
ResponderEliminarEl sujeto gigante mete miedo.
Buen relato, Robe.
Saludos.