– H-50, una ambulancia urgente
a la Avenida América, a Torres Blancas. Tenemos una persona que ha sido
degollada– comunicó Pradillo a la Emisora Central.
– Recibido– respondió el operador de la Sala-091.
Carrasco y Rocío llegaron pocos minutos después con el coche derrapando
al entrar en la calle Padre Xifré. La sirena del vehículo camuflado se
confundía con la del coche uniformado conducido por Álvaro que también llegaba
en esos momentos para proceder al traslado del Asesino del Ajedrez al Grupo Especial de Homicidios de la Comisaría
de Chamberí.
Rubén y Héctor le informaron de los Derechos que le asistían como
detenido antes de introducirlo en el coche patrulla. Álvaro y Alexis
emprendieron la marcha hacia la Comisaría con la orden de meter al detenido en
los calabozos de inmediato. Lo cachearon antes de introducirlo en los asientos
traseros del coche en busca de armas y objetos peligrosos. Portaba unas llaves,
un teléfono móvil y algo de dinero, pero ningún documento identificativo.
– Vamos a Comisaría. ¿Quién se queda con la víctima?– dijo Héctor a
Carrasco y a Rocío.
– Lidia y Lucas– respondió Rocío. Maíllo y Pradillo van a despejar un
poco la zona de curiosos, que ya están empezando a arremolinarse– informó
Rocío.
– Nosotros también nos vamos con vosotros– dijo Carrasco–. He llamado a
Paco y ya tiene todo preparado para que comencemos con la comparecencia.
Como había dicho Rocío, el instinto de curiosidad de la gente había
empezado a florecer y grupos de personas se arremolinaban en torno a la zona
donde habían sucedido todos los hechos. Pradillo y Maíllo acordonaron el
escenario del ataque impidiendo el paso de las personas ajenas a la Policía.
El ulular de la sirena del coche de los dos
oficiales y el de Héctor y Rubén que se alejaban se fue solapando con el ulular
de las sirenas del SAMUR que se acercaba al lugar. Una ambulancia medicalizada
y el coche del coordinador de servicios llegaron a los pies de las Torres
Blancas, al lugar exacto dónde se encontraba Rodrigo debatiéndose entre la vida
y la muerte.
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