Rodrigo abrió los ojos y se
encontró con una persona, que no podía etiquetar como hombre o mujer. Se
encontraba de pie junto a una piscina que no tenía bordillos. Se asemejaba a un
cráter lleno de agua.
– Ven a bañarte conmigo– le decía
el ser que se encontraba frente a él a la vez que caminaba internándose poco a
poco en el agua de aquella piscina. Parecía que estaba metiéndose en el mar.
Él no quería bañarse en aquella
piscina. El agua estaba negra. Parecía brea pero totalmente líquida y con una
densidad similar a la del agua.
– Ven conmigo– repitió el ser–.
Está estupenda.
Avanzó unos pasos hasta que el agua
le tocó los pies. Aquella cosa tenía razón: el agua estaba estupenda. Estaba
caliente y le reconfortaba. Sentía una sensación de paz que jamás había
sentido. Una pequeña parte de él quería seguir metiéndose en la piscina y
relajarse por completo. Sin embargo, otra parte más grande y fuerte estaba
asustada. Aquel agua negra le daba miedo y no quería meterse en ella. Sabía que
si daba otro paso más no saldría nunca de allí. No sabía si aquello era lo que
en las películas identificaban como un túnel muy largo que al final hay una luz
y una voz llamándote para que llegues al mundo de los muertos. Pero él no
quería estar muerto. Él quería vivir.
– Ven conmigo. Este al lugar al que
perteneces ahora.
– No, no quiero ir.
– Sí. Tienes que venir conmigo.
Adelante, báñate.
– No. No quiero ir. No quiero ir.
¡No...
No hay comentarios:
Publicar un comentario