Unos monjes entraron a buscar a Laura a la vez que
el Elegido despertaba a Roberto. Ésta, al ver que se la querían llevar
comenzó a gritar con todas sus fuerzas y a revolverse contra ellos pero eran
más y mucho más fuertes que ella; esto era lo que los monjes habían imaginado y
por eso fueron cuatro y llevaron unas cuerdas y una mordaza. Ataron y
amordazaron a Laura mientras Silvia estaba tendida en el suelo sin hacer el
mínimo movimiento. Los monjes sacaron a Laura del cuarto y se la llevaron a la
capilla. Cuando llegaron no había nadie allí. La cogieron y, con las mismas
cuerdas que la llevaban atada, la amarraron a una especie de camastro con los
brazos y las piernas extendidos y abiertos, como una X gigante. Luego le
arrancaron las ropas que llevaba y le pusieron una gran túnica blanca que la
cubría entera. Cuando acabaron de prepararla, empezaron a colocar velas a su
alrededor. Ella había visto aquello o algo parecido en algún sitio; pero no
recordaba donde.
Un monje se quedó custodiándola. Laura estuvo
llorando desde la noche anterior, si seguía así se iba a deshidratar ya que no
había bebido nada desde la última cerveza; tampoco había comido y su estómago
llevaba algunas horas quejándose de la falta de alimentos. Por otra parte, se
puso a pensar en que le iban a hacer, ¿por qué la habían llevado allí, la
habían atado y amordazado?, ¿la irían a violar?, pero si hubieran querido
violarla ya lo habrían hecho; y a Silvia también. Y Silvia, ¿por qué no estaba
allí con ella?, ¿por qué no se había movido cuando fueron a recogerla a ella?
De nuevo miles de preguntas se amontonaron en la cabeza de la chica.
Mientras, Silvia seguía tirada en el suelo sin realizar ni un solo
movimiento. Algunos monjes entraron en la habitación y la sacaron de allí.
Silvia tenía toda la zona de alrededor de la boca llena de sangra seca. La
llevaron a una habitación y la tumbaron en una camastro y la ataron a él. Allí
le hicieron una sencilla operación. Con un primitivo material quirúrgico, le
hicieron una incisión en zona abdominal y le quitaron un riñón. Volvieron a
coserla y la subieron a la buhardilla. Abrieron el candado de la puerta donde
encerraban a la extraña bestia que habían visto Dani y Fernando. Luego la
introdujeron allí, cerraron la puerta y se fueron. Quedaba ya poco tiempo para
la gran ceremonia de aceptación del hermano Sixtrel.
Terribles las cosas que hacen estos monjes.
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