El Elegido llevó a Roberto a la parte de
atrás de la capilla. Desde allí se podía acceder a la parte principal de la
misma por una pequeña puerta que estaba camuflada en los ladrillos de la pared.
Allí estuvo un rato con él explicándole como sería la ceremonia y lo que debía
de hacer. Cuando le dijo que si lo había comprendido él asintió con una voz que
no reconoció como suya, sino como otra venida desde un lugar hueco y vacío,
como un jarrón. El Elegido dejó en aquel lugar a Roberto y le dijo que
no se moviera de allí, que él tenía que ir a preparar la ceremonia. Roberto
obedeció y se mantuvo allí mientras el Elegido se iba a la cocina a
recoger los ingredientes del brebaje que tenía que tomarse Roberto antes de
ofrecer el sacrificio al Todopoderoso. Al cabo de un rato (que Roberto
no pudo determinar porque había perdido la noción del tiempo hacía mucho, ¿o
quizás había sido hacía poco?), volvió con todos los ingredientes y comenzó a
preparar aquella pócima al tiempo que le explicaba a Roberto lo que llevaba.
– Escucha bien porque algún día serás tú el que
prepare este brebaje para dar la bienvenida a los nuevos miembros– le dijo.
Entonces comenzó a mezclar los ingredientes a la vez que le contaba a Roberto
lo que eran y de donde habían salido–. Lengua de gato: por aquí no verás un
gato con vida porque los consideramos enviados de Satán y los ofrecemos al Todopoderoso;
ojo de cuervo: los cuervos arruinan nuestras cosechas y por eso también los
matamos; grano de trigo molido: como petición de una buena cosecha para el año
siguiente; agua: símbolo de vida y el riñón de un intruso: los intrusos vienen
a destruirnos y con ello pedimos protección ante ellos.
>> A los
intrusos les quitamos uno de sus riñones y luego se los entregamos a Köufar,
que vive en la buhardilla. Köufar es una bestia mezcla entre hombre y
animal salvaje. Lo tenemos en la buhardilla desde que lo encontramos en la
puerta principal; lo alimentamos con los cuerpos de los gatos y con los de los
intrusos, pero tienen que estar vivos y ha de matarlos él, si se lo damos ya
muerto no se lo come y allí lo deja hasta que se pudre y se convierte en un
esqueleto. Por eso los cuervos no se los damos, porque tenemos que matarlos la
mayoría de las veces.
Roberto prestaba atención a los que le decía el Elegido intentando
asimilarlo y adaptarlo a su mente. Intruso con vida que se lo come un mutante;
gatos que también se los come ese ser; ofrecimientos a un Dios; sacrificio de
vírgenes...
Ah, esa receta me abrió el apetito, ja.
ResponderEliminarGenial, Robe!