Juan Cruz comenzó a dar paseos por la habitación más
grande del primer piso. En uno de los paseos llegó hasta la ventana que daba al
patio interior y vio a Roberto acercarse a la capilla que allí se encontraba;
lo llamó un par de veces pero éste no le oía. Decidió seguir con sus paseos
hasta que bajaran Fernando y Dani de allí arriba. No entendía cómo podían estar
tanto tiempo allá arriba si no había nada; él había subido con su hermana y una
amiga unos meses antes y sólo había polvo y suciedad.
En otro de sus paseos se encontró de frente a la ventana que daba a la
calle. Vio (o le pareció ver) un grupo de personas agrupadas en torno al Conventico.
Decidió asomarse y, en efecto, el Conventico estaba custodiado por un
ejército de monjes. Mejor dicho, eran un grupo de mantos con forma humana,
porque lo único que se distinguía eran los mantos; no se veía una pizca de
humanidad. Todos ellos estaban dispuestos en forma de círculo alrededor del
edificio y con una antorcha de la altura de un hombre en la mano izquierda y
otro objeto en la derecha; ¿qué era?, ¿un rosario? Podría ser.
Diablos, ¿quiénes son esos tipos?
ResponderEliminarEso es lo intrigante.... No pierdas detalle, que la historia continúa. Por cierto, de Opoponaco me quedan cerca de 60 paginas, pero me he atascado. Espero acabarlo en breve y comentarte
ResponderEliminarAh!, no te queda nada!
EliminarEspero tu comentario y puntuación en la página de la obra y tu opinión, también, en la entrada de mi blog.
Saludos, Robe.